Los neumáticos están diseñados para cubrir necesidades especiales, generadas por las características a las cuales será sometido cada neumático. Por ejemplo, las estaciones de invierno y verano, para las cuales existen diferencias significativas. Un neumático fabricado para ser utilizado en temporada de verano está condicionado para soportar las condiciones climáticas del mismo. Sin embargo, si este se utilizará para invierno, la primera reacción del material será el endurecimiento, así como la pérdida de flexibilidad, lo cual generará como consecuencia un pésimo rendimiento. Las diferencias más importantes En algunas pruebas realizadas con neumáticos Bridgestone, en condiciones simuladas del invierno, se realizó una frenada de tipo emergencia, en recta, sobre los cincuenta kilómetros. Se comprobó así una diferencia de 31 metros adicionales, alcanzados por los neumáticos de invierno, siendo esta una distancia considerable y sobre la cual se genera un tiempo de respuesta muy tardío. En el caso de los neumáticos Pirelli, la prueba consistió en el mantenimiento de una velocidad de 30 km/h, en curva, donde se comprobó una mejor respuesta por parte de los neumáticos de invierno, que respondieron con eficacia a los comandos generados por el volante. Pero este comportamiento fue a la inversa del visto en los neumáticos de invierno, que se deslizaban y no respondían ante las necesidades del conductor. Tras estas comprobaciones, se entiende el gasto adicional que supone la adquisición de un nuevo juego de neumáticos para los cambios de estación. Sin embargo, no hay que olvidar que esto repercutirá no sólo en el mejor desempeño del automóvil, sino en un ahorro de consumo y sobre todo mayor seguridad.